El otro día estaba haciendo repaso de las noticias, artículos y demás información para compartirlas en la página de Facebook de este Blog, cuando me topé con un artículo llamado: «La gestión neoliberal de la pobreza».
Empecé a escribir un comentario sobre él, dando así, lo que en un principio pretendía ser, mi breve opinión. Pero se me estaba yendo un poco de las manos, así que he decidido trasladarlo a esta plataforma y poder explayarme con total tranquilidad.
El artículo en cuestión —os adjunto el enlace para que podáis leerlo— es brillantemente salvaje en su crudeza, por su realidad, allá donde los haya. No obstante ha habido un párrafo con el que me he quedado petrificada. Dice así:
«(...) Obsérvese al desempleado o cliente de los servicios sociales que acude a éstos para solicitar un subsidio o una prestación económica. No solo evidencia una situación de precariedad o exclusión social, consecuencia de una estructura social desigual que raramente es observada o identificada por los profesionales que le atienden, incorpora además un juicio moral sobre sí mismo y así es evaluado. (...)»
¿De verdad se contempla, desde fuera, así nuestra profesión, donde la excepción es aquella que sí observa, detecta e identifica esa estructura social desigual, de la que habla el articulista? —sin mencionar el concepto de «cliente de servicios sociales» que me ha puesto los pelos como escarpias y me sorprende que todavía, a día de hoy, circule por las mentes de la ciudadanía—.
Me gustaría pensar que no es así, que se ve nuestra implicación humana diaria, pero relacionándolo con el artículo que compartí —el lunes 27 de agosto— en Facebook, está claro que el Trabajo Social, sobre todo en el área de Servicios Sociales, no se puede permitir por más tiempo, el lujo de ser mayoritariamente burocrático.
No podemos dar pasos atrás, acabando en el punto de partida, es decir siendo meros asistencialistas; culminando así el proyecto de gestión neoliberal que nos explica Paco Roda en su publicación de El Salto, y que él explica de la siguiente forma:
«(...) Nada se opina de las condiciones y relaciones laborales, sociales, familiares, patriarcales, sexistas o de dominación. (...) Nada. Como si solo nos interesara asistencializar a quienes van a la deriva, a quienes no asimilan su naufragio voluntario.(...)»
Desde los Colegios profesionales y el Consejo General del Trabajo Social, debemos presionar a los gobiernos autonómicos y central, para poder desescalar esta espiral ascendente donde las personas son sólo números en estadísticas y entes manipulables para mayor beneficio de los lobbys y las estructuras de poder establecidas:
«(...) Y esto tiene que ver con el concepto denominado "gobierno de las voluntades" que vendría a ser algo así como las práctica y los discursos centrado en el control de las conductas y los pensamientos de la gente con el objeto de conseguir que la propia ocupación y la propia manera de estar en el mundo y enfrentar la realidad, por dura que sea, refuerce el control del Estado, exculpe a éste de toda responsabilidad y justifique la inviabilidad natural de alterar el orden de las cosas. (...)»
Es necesario, pues, invertir en el valor humano que caracteriza nuestra profesión, y no solamente en eso, sino en espacios y tiempo real para poder poner en práctica la atención centrada en la persona —en su significado más esencial, es decir, que nuestra praxis se desenvuelva alrededor de la persona y que ésta esté en el centro, teniendo siempre presente sus necesidades, potencialidades, idiosincrasia y deseos—. Porque ciertamente, se realizan congresos, ponencias, conferencias, se divulgan artículos sobre los nuevos enfoques y los Servicios Sociales 5.0, pero de qué sirve todo ello si luego cuando aterrizamos, cuando salimos a la calle, vemos como hay poblaciones donde las personas tienen que hacer cola desde las 4 de la madrugada para poder pedir cita, o como dice Paco Roda, donde las personas «los pobres se ven obligados a sentarse a diario ante el tribunal del Santo Estigma».
Con todo esto no quiero obviar la realidad de profesionales altamente capacitadas donde ponen el 110% de si mismas, cada día, en unas jornadas laborales donde no dan a basto y donde su salud mental y física se va desgastando, siendo claro ejemplo del hiperconocido burnout.
Pero claro, todo esto implica que desde las mismas instituciones, ONG's, asociaciones —que viven, en mayor o menor grado, de la teta del Estado—, etcétera, muerdan la mano que les da de comer.
Poder conseguir ésto es ardua tarea, pues se necesita, si no unanimidad, sí una presión potente por parte de las personas que trabajan en estos servicios y por desgracia todos sabemos que siempre hay barrigas agradecidas.
Decenas de personas necesitadas "tratadas como animales en los Servicios Sociales de San Jerónimo" | Sevilla Info
Con todo esto no quiero obviar la realidad de profesionales altamente capacitadas donde ponen el 110% de si mismas, cada día, en unas jornadas laborales donde no dan a basto y donde su salud mental y física se va desgastando, siendo claro ejemplo del hiperconocido burnout.
Pero claro, todo esto implica que desde las mismas instituciones, ONG's, asociaciones —que viven, en mayor o menor grado, de la teta del Estado—, etcétera, muerdan la mano que les da de comer.
Poder conseguir ésto es ardua tarea, pues se necesita, si no unanimidad, sí una presión potente por parte de las personas que trabajan en estos servicios y por desgracia todos sabemos que siempre hay barrigas agradecidas.
Decenas de personas necesitadas "tratadas como animales en los Servicios Sociales de San Jerónimo" | Sevilla Info
Es desolador ver como la falta de recursos (materiales, humanos y financieros) y la burocratización pueden hacer que se pierda el sentido de nuestra profesión. Por desgracia, muchos profesionales terminan muy quemados, y en ocasiones acaban haciendo y diciendo cosas que les dejan mal a ellos y a la profesión ante la sociedad. Hacen falta más recursos, más medios, y que nos hagamos oír, por el bien de los usuarios.
ResponderEliminarCarmen Alemany
https://medium.com/@carrmen.alemany
Totalmente de acuerdo contigo, Carmen. Gracias por tu comentario. Supongo que muchas veces l@s trabajador@s sociales pensamos que si hacemos un parón o una huelga potente, las personas usuarias —que ya de por si viven una situación de vulnerabilidad— queden todavía más desprotegidas. Pero debemos echar la vista atrás y recordar, a la par que tener muy presente, que sin lucha difícilmente podremos modificar el estado en el que nos encontramos, tantos el de los profesionales como el de la profesión y el Estado del Bienestar.
EliminarUn saludo!