Salud mental | Comunicación Emocional

Los seres humanos tenemos la necesidad de comunicarnos y expresarnos.
Lo primero que se nos viene a la cabeza cuando leemos algo así, es la capacidad de hablar, gesticular y escuchar. Pocas personas piensan que dentro del mundo de la expresión huamana, está la emocional. 
¿Quién nos enseña a expresar nuestras emociones, aquello que sentimos? y, ¿cómo se nos enseña? 

Actualmente en los colegios se han ido implantando espacios en los que se enseña a expresar emociones, pero si hablamos de las personas adultas ya actualmente, pocas o ninguna han experimentado eso en el colegio. 
Lo que a primera vista puede parecer una nimiedad, es un elemento clave y de alta importancia para nuestro bienestar mental y para las realciones para con los demás. 
¿Qué hacer cuando nos sentimos frustrados, enfadados, decepcionados, abandonados, etcétera?
Las emociones que más trabajo tenemos al procesar, son las negativas y eso no debería sorprendernos, aquello positivo en nuestras vidas siempre es más fácil de asimilar. En cambio cuando nos sucede algo que nos remueve negativamente y por lo tanto debemos trabajar, allí ya cambia la historia y más cuando implica a una o unas terceras personas. 
¿Por qué se complica?, porque entran en el campo de juego la COMUNICACIÓN y la ASERTIVIDAD.


Aún así, debería corregirme a mi misma, puesto que la comunicación con uno mismo también es sumamente importante. Cómo nos hablamos y tratamos a nosotros mismos, acabará reflejándose en cómo tratamos a los demás.
Por lo tanto, el primer paso, bajo mi punto de vista y experiencia, es saber detectar qué nos está pasando, o mejor dicho, qué estamos sintiendo. Ponerle un nombre. 
Una vez identificado, podemos empezar a preguntarnos, por qué estamos sintiendo esa emoción, o qué nos está llevando a ella. Y cuando sea identificada y analizada, aceptar esa emoción. 

Soy del parecer que, pensar en si esa emoción está o no al nivel de lo sucedido, no soluciona nada. Si sientes esa emoción será por algún motivo (si crees que es muy desproporcionado, entonces quizá deberías consultar a un profesional), así que aceptala y vívela, pero sabiendo en todo momento qué la ha originado. 
Muchas veces el problema surge cuando no ponemos nombre a las emociones que sentimos, porque entonces se camuflan unas entre las otras y pueden crear una trinchera difícil de traspasar. 

Perdonarnos a nosotros mismos. 
Éste elemento lo incluiría también dentro de la comunicación emocional; el poder aceptar y asimilar que dicho hecho te ha provocado X sentimiento y/o emoción y acpetarlo. Dejar a un lado la intransigencia y el perfeccionismo, la idea implantada de ser una roca y nunca desfallecer. 
¡Pues no!, como persona tienes el derecho a sentir y expresarlo, tienes derecho al enojo, a la ansiedad (no es una emoción, pero me tomo la libertad de incluirlo), al enfado, al descontento, a la desgana, a la frustración, etcétera. No dejes nunca que nadie te cape ese derecho. 
Os quiero poner un ejemplo muy significativo y que hemos escuchado siempre: 
«¡No llores, venga!». No hace falta ser vidente para saber que no soporto ésta expresión. 
¿No sería más adecuado decir: «Llora todo lo que necesites, desahogate. Estoy aquí contigo.»?
Si creéis que sí, que es mejor la segunda opción, váis por el camino de una buena comunicación emocional. 
Tratemos de castrar menos y entender más. De prestar espacios donde pueda fluir la comunicación, los sentimientos explicitos y empezar a abandonar las intenciones implícitas. 

La comunicación, o debería decir, la buena comunicación es un elemento esencial en todo este proceso. Como ya he comentado, principalmente para nosotros mismos, pero a su vez para las relaciones con los demás. Y, ¿cómo llevar a cabo una buena comunicación?. Principalmente con asertividad. 
Se puede hablar y decir de todo pero siempre con respeto y dejando claro desde qué posición lo decimos. Es decir, no es lo mismo que te digan: «Es que me ignoras», a que te digan: «En X situación o momento me sentí ignorada por ti y esperaba/necesitaba/me habría gustado Z».
En el primer ejemplo estamos abarcando todo el sujeto, toda la persona y categorizándola. En cambio, en el segundo aislamos una situación (o varias) concreta, explicamos cómo nos hizo sentir y comunicamos lo que esperábamos en ese momento. 
¿Véis la diferencia entre una comunicación agresiva o que te marca con el dedo y solo te da la opción de aceptar el argumento o rechazarlo, y la otra más amable y que ofrece un espacio de diálogo

Cuando comunicamos una experiencia y los sentimientos que vivimos en ella, tenemos que enmarcar la situación para que la persona que tenemos delante sepa desde qué posición estamos o estábamos. Desde qué espacio mental/emocional o situación personal surgió. 
De ese modo, y si tenemos ejercitada la empatía, nos puede resultar mucho más fácil comunicarnos y entendernos, tratar conflictos o situaciones de estancamiento. 
En definitiva, se trata de tener la puerta abierta e invitar a la otra persona a que la tenga también, salir al rellano como punto neutral y comunicarse.  






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Sobre mi

Diplomada en Trabajo Social por la Universidad de Barcelona. Hace unos años decidí explorar el ámbito social desde otra perspectiva, obteniendo así el certificado de profesionalidad como auxiliar sociosanitaria de atención domiciliaria, y recientemente el certificado como mediadora comunitaria. Dichas experiencias, han hecho que se afiancen en mí actitudes y valores que promuevan y luchen por los derechos básicos y fundamentales de las personas, ya sea a nivel individual como comunitario. Ésta lleva siendo una batalla histórica y a día de hoy todavía por conquistar. ¿Me acompañas en esta lucha?

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