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El fuego en California, Portugal y el norte de España, especialmente en Galicia, sigue ardiendo sin control. Miles de hectáreas amenazadas, otras hechas ya cenizas y con ellas vidas humanas arrebatadas, casas destrozadas, animales acorralados y calcinados vivos o viendo también como su hogar es aniquilado, sin entender qué está ocurriendo.
Creo que por desgracia ese desconcierto lo sufrimos incluso los que nos atribuimos un mayor entendimiento de nuestro entorno y condición. Aún así, en esta ocasión -como en tantas otras-, sabemos perfectamente el origen de este infierno. La mano del ser humano, la codicia, la corrupción, la avaricia, la malversación, el poder, la falta de respeto y la impunidad; todos estos adjetivos se concentran en una cifra: el 70,26% de los incendios forestales que se producen en tierras del noroeste español son intencionados.
Un gobierno que en vez de reforzar la prevención, la limpieza de montes y las brigadas forestales, las mutila en 436 efectivos menos y planta eucaliptos -arden con una rapidez pasmosa-; un gobierno que en vez de preservar los vastos terrenos de gran biodiversidad que acoge este país, lo que hace es modificar la ley de montes del 2003 incluyendo enmiendas de tal manera que ahora están previstos ciertos supuestos en los que los Ayuntamientos pueden cambiar el uso urbanístico de terrenos afectados por incendios forestales, sin necesidad de que transcurran 30 años como venía siendo hasta el año 2015.
Pero ahí no acaba la cosa, algunos se echarán las manos a la cabeza al ver cómo el mismo gobierno que aseguró que el crudo que salía del Prestige eran "hilitos de plastelina", ahora ha hecho lo anteriormente mencionado además de culpar al país vecino, Portugal, ya que en los días previos a los incendios en Galicia, ellos ya estaban sufriendo la voracidad de las llamas.
Hipocresía, descaro y cinísmo, se quedan cortos a la hora de calificar a este gobierno y sus (no)gestiones.
Desde que tengo uso de razón, el partido que actualmente gobierna as terras galegas es el mismo que se repite una y otra vez, sin importar lo que ocurra. A ellos parece que nunca les pase factura política los desastres y los golpes que tiene que sufrir dicho pueblo. Pero es que en esta vida todo -o casi todo-, tiene una explicación y razón de ser.
En este caso se llama, caciquismo.
Según la Real Academia Española, se define como:
1. m. Dominación o influencia del cacique de un pueblo o comarca
2. m. Sistema político basado en la dominación o influencia del cacique.
3. m. Intromisión abusiva de una persona o una autoridad en determinados asuntos, valiéndose de su poder o influencia.
Durante todos estos años, el modus operandi no ha sido otro más que éste. El de infligir miedo, coaccionar, el de entrar a casa del vecino para sobornar o el de acompañar a personas mayores -con capacidades cognitivas mermadas- a los colegios electorales ya con el voto dentro del sobre cerrado. Todo un ejemplo de democracia, sin duda.
Evidentemente no me olvido de las personas que a plena conciencia, deciden emitir su voto a favor del partido popular (PP).
Un cóctel letal para la naturaleza, los animales, los vecinos, los ciudadanos y todo aquel que tenga una mínima sensibilidad, amor hacía su entorno y visión de futuro. Porque aún viéndolo desde una perspectiva egoísta, con más razón deberíamos preservar los pulmones y una de las piezas clave del mundo en el que vivimos.
Nos están haciendo entrar en un círculo perverso en el que por culpa del cambio climático -como no, la mano del hombre también está detrás de ello-, en pleno mes de octubre tenemos temperaturas de hasta 30ºC. Hecho que implica un alto riesgo de incendio, pero es que si favorecemos la deforestación para edificar, las consecuencias pueden ser todavía más devastadoras.
Hagamos pues, un ejercicio común de recapacitación y reflexión, porque nos estamos jugando mucho, nos jugamos nuestro futuro.
Fotografía: fuente "El Periódico mediterráneo"
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